Día 1
Acabo de empezar este diario y creo que
ya olvidé, celosa de mí misma, celosa de la celulosa que exhorta
perdón, que los recuerdos y nostalgias no pueden guardarse en un
cuaderno.
Los cuadernos de bitácora, por
ejemplo, podrán narrar la velocidad a la cual un navío se desplaza
con amenazante proa por mitad del océano, tal vez el rumbo, las
islas perdidas, los territorios descubiertos y por descubrir, la
desesperanza, y las maniobras. Mas la saudade de los marineros,
¿quién la recogerá? ¿Quién la mimará sentado desde su sillón
más mullido? ¿Quién viajará junto a sus almas perdidas y
curtidas, quizás para perderse también, o para encontrarse?
Ni la tinta más paciente de todas,
aguardará, ni una noche, a oír todas las verdades que se han
perdido en el mar, por miedo a que la mentira carcoma la parte más
fútil del ser, y también, la más pesada.
No pretendo diferir. No pretendo
destacar ni ser más ni proteger secretos entre las hojas de un
diario.
Mi vida, las madrugadas, los
amaneceres, hay cuestiones que jamás nadie, nadie sobre la faz de la
tierra, desde el desabrimiento de un hombre, podrá plasmar.
Por ejemplo, en este mismo instante,
mientras entre mis dedos pliso la primera hoja de este osado
manuscrito, la brisa matutina besa mi mejilla. Olor a manzana. Una
prominente pesadumbre la que asciende por mi clavícula. Acabo de
estremecerme. Sin embargo vosotros, infectos de ignorancia, nunca
alcanzaréis a ver más que lo que las palabras sean capaces de
contaros. Aprended a leer entre líneas. Más allá de versos, de
prosa, de rima, de libertad. Aprended a ver los escalofríos del
escritor en el momento en que os habla de la miseria que azota el
mundo. Mientras tanto este cuaderno no será mas que el continente,
el continente anodino que sólo espera el contenido pertinente.
Quizás nada de lo escrito nunca, haya
sido real.
Quizás nada sea real.
Día 2
Hoy huyo. Mañana me encerraré entre cuatro paredes y querré ser una más del mobiliario, un armario, un bargueño. Ayer
quise morir.
Nada es perpetuo.
Respondo con monosílabos ante las
insípidas preguntas de los que me rodean. ¿Has preparado la cena?
¿Has cenado? ¿Cenarás? Sí, mil veces. Mas no porque la comida sea
ya una necesidad pues más bien es un veneno. Duele. Duele en mis
entrañas y punzadas ascienden. Ni carne, ni verdura, ni la jugosa
fruta que me llama, con su incitante aspecto de niña virgen.
Si los alimentos descienden por mi
intestino y luego trepan por mi sangre y se desplazan por mi cuerpo
y, son tan míos como estas dudas que hoy me fustigan. Quizás las
combatan. Debo comer sólo para ser capaz de combatir las dudas.
Proteínas contra dudas. Dudas y grasas que batallan en mi estómago
y cada vez estoy más débil.
Nada es perpetuo. Ni siquiera esta
desazón. Luego, querré volar y hacerme eterna. Querré ser ave.
Carroñero, un águila, un halcón o el cadáver que despotrican.
Nada es eterno. Hasta los pájaros
mueren al descender en picado pues no soportan la presión en su sien
en las alturas. El estrellar es voraz. Los engulle mucho antes de lo
que otra ave podría hacerlo. No hay peor muerte que la de no
soportar el llegar alto.
Nada es eterno. Nada es real.
Día 3
Hoy, por contra, no quiero encerrarme. Los tabiques encogen, arrítmicamente. Siento mi corazón inestable, siento la
sangre a veces rauda, a veces tarda. Los pronósticos han fallado y
también las ganas. Sin embargo este cuaderno que odio, que odié
desde la primera página, desde que observé que su portada era
vacío, era falta de ilusión al roce de un bolígrafo, ahora me es
al menos útil. Mi cuaderno nació de la axiomática sensación de
tener algo que decir. Algo preparado por si algún día alguien me
aferra por la espalda y me obliga a escupir recuerdos. Me obliga a
ser un cúmulo de vivencias. Me obliga a ser alguien. Tengo miedo,
por tanto, de no ser nadie y escribo y escribo y escribo sin parar
para poder decirle que si desaparecí fue porque tenía motivos.
Un agujero negro que deglutía mi
memoria.
Un agujero negro que despedazaba mis
entrañas y engendraba pánico en mi epigastrio. Soy hija del pánico.
Soy madre del pánico.
Todo tiene un principio. Un antecesor.
Un progenitor. Un origen.
Una madre que antes o después tenderá
su mano aunque sea para impedirle coger impulso y correr. Y volar.
Aunque sea para dar una protección que acabará por mecerlo tan
fuerte, que las cuerdas del afecto serán las que rodeen su cuello y
acaben por asfixiar todos sus sueños.
Nada nace de la nada. Nada es eterno.
Nada es real.
Día 4
Ayer entre en cólera y la rabia se
apoderó de mi garganta. Un escozor trepó y me hizo regurgitar el
aire contaminado de mis pulmones.
Ya no quedan palabras para narrar la
fragorosa estridencia de mis entrañas.
Fue un grito ahogado. Sentí como se
desgarraba mi cuello. Pude haber despertado al pueblo entero de su
sueño profundo. Pero nadie me oyó.
Nadie me oyó.
Nadie cogió mi mano y me dijo no
grites. Nadie me dijo no merece la pena, será la última vez o los
gritos son los sollozos del mismo Satanás. Nadie me miró. Nadie se
inmutó ni percibió el menor ápice de sonoridad en mi rasguño.
Nadie gritó conmigo.
Nada hace ruido, por eso ahora recurro
al silencio. A la anonimia de la prosa. A la asfixia del cuaderno.
Nada hace ruido. No el suficiente como
para que tenga algún valor y alguien le haga callar por siempre.
Nada hace ruido. Nada nace de la nada.
Nada es eterno. Nada existe.
Día 5
Ahora, observo mis manos. Están
tendidas, libres sobre el folio en blanco.
Martillean los dedos en su cántico
aciago.
Desde el alféizar los árboles. Ellos
sostienen hojas ramas flores y frutos. Y sin embargo su lividez me
abruma.
Y yo, eres fuerte, me dijeron. Podrás
con todo. Ni siquiera tengo la lozanía suficiente como para reflejar
las reminiscencias en pocas palabras.
Esquematizadas.
Ideas principales.
Nací, sufro y moriré.
No esperéis más. No esperéis que
narre batallas, que hable de erotismo, de amor, de sangre. No
esperéis ensañamiento en mis metáforas. Nací, sufro y moriré.
Nada no puede ser todo. Y yo no soy más
que el légamo bajo un zapato. Soy el lodo de las charcas, déjenme
pues, que vuelva a mi patria. Que me disuelva con las aguas, contaminadas de vertidos industriales, como el aire, como una
ciénaga, como el depósito donde van a parar las huellas más
putrefactas. Como el olvido.
Nada no puede ser todo. Yo nunca seré
todo. Yo nunca seré nada. ¿Qué es la nada?
Nada hace ruido. Nada nace de la nada.
Nada es eterno. Nada existe.
Nada.
Impresionante este diario, en serio. Qué bonito, cómo tejes con tus palabras todos esos sentimientos y sensaciones.
ResponderEliminar¡Un besazo!
Muchísimas gracias, Isi :)
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Definitivamente, lo tuyo es la prosa. Felicidades por el escrito, aunque vistes más a las frases que a la historia. No es malo; ya digo que lo tuyo es la prosa. Lo cierto es que disfruto leyéndote, es como desconectar y centrarse en ver cómo manejas las palabras.
ResponderEliminarUn abrazo y espero la siguiente entrada :)
Muchas gracias por dedicarme siempre parte de tu tiempo, Luxs :)
ResponderEliminarMe ha impresionado mucho tu blog. Un soplo de frases que no suelen caer cada día ante mis ojos. Un placer leerte, y prometo seguir haciéndolo.
ResponderEliminarMil gracias, Alex :) espero verte por aquí pronto.
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