1.5.14

Dubliners



I

Es la primera vez que vuelo. Más allá del olvido, del recuerdo, de la memoria, de esta primavera que nos asfixia vestida de dudas, de este peso que inunda la maleta y mis pasos cansados. Quiero volar y lo afirmo sin un ápice de histeria: por primera vez en días sé lo que es la certeza. Quiero salir de esta cárcel y esquivar todos los obstáculos, saltar sobre mí misma y volverme a decir que jamás pertenecí a este sitio aunque haya piezas perdidas, abandonadas, atónitas esperando mi vuelta como la luz de un espejo. Admiramos la forma en que las nubes se agrupan donde ya no hay control, donde no existen largas colas hasta la próxima parada, en que somos más que un número y un papel arrugado bajo las densas capas de ropa. Me abrazo al cuerpo conocido de mi derecha. Perdóname, tengo miedo a volar y sin embargo, lo deseo tan fuerte, abro los ojos en el despegue y empiezo a creer que quizás un abrazo a tiempo pudiera librarnos de la muerte. 
Quiero un Arturo Bandini, uno solo para mí, allí, en las alturas. Uno que me ofenda y me absorba, que me lleve al mar y me escriba poemas, que me haga odiarle y despreciarle y a la mañana siguiente sus notas me roben los despojos de un amor marchito.
Libros. Bandini no existe, así, con acento italiano y aire de Los Ángeles, siguiendo el hilo infinito que conduce al éxito.
Hemos llegado. Dublín.

II

Sigo portando el mismo peso, solo que en un territorio diferente donde una lengua intenta edificar un muro que separe dos realidades, dos mundos. No hay pared contra la que chocar, sino el regazo de un hogar contra el que impacto complacida, generosamente abandonada ante sus costumbres y sus gentes, y la forma en que se moja la hierba, y los cuervos revoloteando sobre el tejado. Las calles son más tranquilas, la gente no grita, las tiendas cierran ante nuestros ojos y nos quejamos entre dientes. Hoy es un día especial. No hay nada que nos ofusque. Ni los músicos callejeros, ni la banda sonora de nuestra complicidad, ni el error y la espera ante el dinámico timbre que nos recuerda que hemos vuelto a llegar demasiado tarde.
Sin embargo, aquí nunca es demasiado tarde. Y quisiera llevarme en el bolsillo esta paciencia que os crispa, que os hace tener fe, que os diferencia a unos de otros a merced de la forma en que rehuis vuestras verdades.
Bailamos y gritamos y sentimos que nos quedan demasiados viajes por delante. Apenas somos jóvenes, casi niños, y el desaire de la huida comienza a gestarse en nosotros: no podremos vivir sin volver a escapar, sin mirar abajo en la cumbre de un enorme acantilado, sin sentir arder las entrañas ante el hambre que atraviesa hasta desaparecer súbitamente, sin añorar aquella patria consumida que ya no nos alienta.

III

Nothing compares to you. Nada se compara a ti, cantamos. A ti, que eres un ruido invisible, un murmullo, una brisa lejana que se desplaza de cuerpo en cuerpo. Nada se compara a ti. Ni siquiera el camino de puertas despintadas que conduce al final, ni siquiera las noches entre sábanas ajenas o la confesión ante un oído incapaz de entendernos, ni siquiera rodar en el césped, invadir los castillos, trotar bajo el embriagador ir y venir de un reel añejo, deshacerse en sonrisas que estremecen a una Irlanda apaciguada.
Hay un libro en mi equipaje. Hay historias que me esperan al acecho, ávidas de ser plasmadas. Hay literatura en todas estas calles: Wilde, Yeats, Heaney. Y sin embargo, todo verso en que pienso se condensa en la palabra miedo.
Nada se compara a ti, cantamos, canto. Te cantaré y volveré para decirte: confieso que he temido.

IV

Aborrezco las despedidas. Para mí nunca son suficientes: los ojos a punto de romper, lejanos, revelados, el cuerpo inmóvil. Regalo, me desvanezco como la atmósfera fría de esta habitación que abarrota, me dejo acunar por los últimos instantes en que puedo observar cada centímetro de este sueño resquebrajado.
Nunca más volver a ver un sendero en este caminar descarriado, vuelta a la inquietud, al proyecto, al infinito plan de ser quién nunca seré.
Vuelve a llover. ¿Dónde estuvo el agua durante todo este tiempo? Es demasiado tarde, ahora sí. Ya se nos escapa esta ciudad, esta dimensión, este carácter, se esfuma como el aire, como el tiempo en nuestros dedos frágiles, no hay nada.
Vuelta a la cárcel. Bajo la cara, nadie me besa esta tarde, me encamino hacia mi destrucción y lo hago porque sé que algún día volveré a pisar la tierra. Los alineados adoquines, los domingos sangrientos, la carga no-aliviada. Molly Malone, el oasis del poeta, el paraíso del que sueña con un recodo de nostalgia. Todo eso, para qué.
Vuelta a casa.

V

¿Existió todo esto alguna vez? No más allá de lo que hoy narro. No más allá de en lo que hoy creo.

4 comentarios:

  1. La jaula se ha vuelto pájaro. RR sale de "la cárcel" y vuela por primera vez. ¿Qué hará con el miedo?
    (Referencia a Pizarnik necesaria).

    La tierra de Heaney tiene que ser maravillosa y despedirse de ella habrá sido muy triste. Te leo con mucha envidia.

    Siempre me dejas con ganas de seguir leyéndote.
    FF.

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    1. Ojalá haberte traído un pedazo más grande de Dublín, porque es tan genial que merece ser compartido :) ya volveré. Gracias por todo <3

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