2.11.14

La huésped

Leonor Fini


La ausencia de mensaje
no conlleva estrictamente ausencia de sentido:

es por ello que elevo la duda a la máxima potencia,
asocio el equilibrio a la intermitencia amorosa
y me pregunto
si escribir o no escribirte,
si dilapidar cada letra de tu nombre
que se agolpa en mi lengua
para cuidarme de gritarlo;
si sentir o no sentirte,
si memorizarlo todo,
todo una y otra vez
u olvidar los golpes
para después suplantar con ellos
el hueco artificio del dolor.

La carencia de límites
no desemboca necesariamente
en carencia de cuidado:

es por ello que nuestra naturaleza mudará
en un millón de golondrinas muertas,
en negras partículas invisibles
que al contacto con las manos
pudrirán nuestra piel.

****

Tu palabra es salvaje y dulce
y entendemos un código de lugares comunes
tristemente ignorados.

En nuestra lengua, la tuya y la mía,
que algún día también será muerta,
cuando hablamos de crecer
no nos referimos al tiempo
que hayamos pasado fracasando,
-que por norma general es siempre demasiado-,
nos referimos únicamente,
al hecho de poder soltar una mano
sin sentir
que todo amor es hipérbole
hasta el desvanecimiento.

****

Olvidé repetirte que la palabrería
me sirve como gesto expiatorio
porque he sabido endurecer los rostros frágiles
porque he fundado una patria del desastre
en tus carencias,
porque he evitado enfrentarme al caudal
de mi propio impulso;
pero nada de esto basta, nada de esto,
sólo el silencio, el consuelo, el alimento,
sé que más tarde
alguien se acordará de nosotras. 

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