15.8.12

El despertar de los confiados.

Quizás será porque estamos demasiado acostumbrados a comer de la mano del de al lado. Dependientes de la independencia. Y sin embargo, hacía muchos años que la libertad no se convertía en un sueño por cumplir.    Por estar dormidos. Por vivir en un sueño demasiado aletargado que nos ha devuelto a la cara débil de la moneda. Pero aún así seguimos cargando con la cruz.
Y fiel a mis principios de "pensar, dudar y cambiar"; sigo al pie de guerra con esta frase. Sólo que nos hemos quedado atrapados en la fase 2. La más difícil de sobrepasar. Esa en la que dudas y dudas, y sabes que tus dudas están infundadas por algo por lo que de verdad merece la pena luchar, pero esa lucha se queda en utopía. Y las fuerzas de la rutina y el miedo a cruzar a la fase 3, suelen conseguir que sea la fase menos habitada, y sin embargo, la que más recompensas trae.
Porque pensar es horrible cuando tu mente se arrastra por un pesimismo oscuro y frío. Cuando vives en un invierno eterno. Cuando te dicen hasta lo que debes pensar. Y dudar, dudar es aún peor. Dudar de lo que creías, dudar de lo que crees y dudar de lo que puede que creas mañana. Pero cambiar es lo más sencillo una vez que has pensado y dudado sobre tus propios pensamientos y dudas.
Nadie nos ha asegurado que vaya a ser fácil atravesar las tres etapas, ni siquiera que lo vayamos a conseguir. Pero no es imposible. Tenemos un pasado del que enorgullecernos y un futuro sobre el que podemos construir, luchando. Lo que si podemos asegurar con los ojos cerrados, es que todo el sufrimiento habrá merecido la pena, si algún día, somos capaces de saborear la libertad. Esa que sólo depende de nosotros. Esa en la que eres capaz de decir a ciencia cierta, que de lo único que te arrepientes es de no haber sacado el valor antes, mucho antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario