22.9.12

Invierno.

Ya nada importa nada. Ya todo es demasiado insignificante como para tener siquiera sentido. Ya la longitud de mi habitación se ha alargado provocando un vacío existencial entre cuatro paredes que ahora ni siquiera parecen tocarse.
Ahora no me parecen tan duras las despedidas. Ni siquiera huir de todo lo que antes me habría costado la vida. Ya el verano es verano y el invierno, invierno. Sin intento de revolucionar las estaciones.
Y el frío se vuelve a calar en mis huesos. Esta vez sin parchear, como la cruda realidad quiere que nos enfriemos cada invierno. Sin calor artificial de ese que recorría mis venas. De ese calor tuyo. De ese calor que me envolvía impidiendo que viera que a mi alrededor todo seguía siendo tan frío como de costumbre.

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