20.5.13

(Simetrías)

Fotógrafa: Henar Bengale

Niñas, niñas sordas de pies descalzos y recóndita sonrisa de lazos fuertes. Idénticas muñecas frágiles, idénticas mejillas pálidas, idéntico miedo a vivir sin morir en la estacada de dolor pasado.
Ahora, bajan la vista como ramas de árbol esperando el zarandeo del viento, vulnerable la piel y las entrañas, acelerado ser que en ellas habita desde la célula primera hasta la más recóndita y vana de su cuerpo lene.
Verás que es el visillo quien cubre su figura protegiéndolas del exterior, cruel abandono del nido que siempre duele. Tapando sus vírgenes senos, sus muslos, el inhóspito hueco que forman sus piernas al plegarse, infecto de ingenuidad y amor versado.
Quién podría despertarlas de su letargo infame, quién besaría las horas en sus hoyuelos tímidos, siendo errante poeta, de idénticos versos muertos.
A menudo, chocan contra tu pecho, pájaros de aire inertes, los sientes escocer, sientes sus heridas como si fueran tus cicatrices impregnadas de recuerdos, cuando entran en contacto, suicidas instantes vacuos, la sangre y el llanto. Las observas desde lejos, cómo se palpan, cómo se miran con análogos ojos entrambos, cómo lamen sus cortes vitales, cómo desean ser su reflejo incólume, perfecto.
Parecen gatos escondidos tras la sombra, parecen sombras que se esconden de los gatos, infundado el pavor en sus tobillos, desnudos también, sin ruido alguno. No se desplazan. No.
Es húmedo el ambiente, cortante, frío, como una metáfora en plena primavera, un soplo inicuo, un arañazo.
Si entornas los ojos verás como perforan su pecho y discurren sus venas, entregando el corazón a su gemela, rotos de latir sin fe ventrículos, muertas de vivir sin vida yacen sus vísceras con idéntico resquebrajar, idéntico palpitar, idéntico huir sin remordimiento ni partida.
Guardan silencio pues el silencio las calla, siendo pueril inconsciencia el desatino pues, cuando vuelven a mirarse su boca susurrante, no mantiene en vilo su trémula mudez, no permite perpetuar esta agonía.

Comienza el danzar de sus almas perdidas, se deslizan tras las luces que inciden por la ventana, mudan sus cuerpos y sus palabras, mutan sus pupilas, dilatadas de dolor sin medicina.
Tiritan más fuerte, más tenaces, más serenas del tiempo que se pierde inane, más maduras no cubren sino que muestran, la carne fresca que es su piel abierta. Simétricas sus formas, simétrico terror de madrugada, simétrico el ardor de sus entrañas, simétrica metamorfosis experimentada.
Caen sus ropas al piso que es altar de sus piernas paradas, sus pechos libres, sus brazos minúsculos aspirantes al cielo, sus magnos talones que saltan sin impulso ni regazo en que esconderse. Manos entrelazadas, poros cerrados, vello erizado, teñido de incertidumbre voraz, frío enemigo.
Es por vez primera que las mellizas se tocan como mujeres, reflejan en la otra la vorágine de la sazón de la madurez, el despojar febril de la inocencia, furtiva la estridencia de sus cuerdas rasgadas.
Miran el edén terrenal que es, la huida de la mariposa al abandonar su envoltura, y la cortina cede a sus pretensiones de insecto rebelde, larvas bellas, y acaricia sus pies, hasta la puerta.


(Texto que aparece en la Antología de Henar Bengale. Click aquí para visualizar todo el contenido).

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