10.1.13

Ya nadie tiene sueños, verdaderamente, solías repetir que ahora la gente perseguía otro tipo de aspiraciones, más eximias, más vanas no obstante. Como disfrutar de una agradable pero no menos insustancial vida repleta de domingos melancólicos o noches que caen demasiado tarde. Es cierto. Pues todo cuánto me rodea se agavilla bajo cojines de sol a sol para luego amanecer, de nuevo, acuclillado. Sin deseo, sin pasión. Pasión, ¿dónde se halla la pasión en ojos que reflejan podredumbre, temor, vanidad? Nadie canta, nadie siente, nadie tiembla ni se agita cuando entra en trance, a nadie se le dilatan las pupilas y parece perturbado cuando lo vigilan tras la mirilla. Pero sólo es pasión, fuera de duda. Nadie llora cuando el papel crece frente a sí mismo, ni se le eriza la piel al vomitar la bilis denodada de sus adentros, nadie se desnuda fácilmente hoy día. Nadie, nadie, nadie. ¿Por qué es tan díficil interaccionar con los utópicos?
Siempre suelen decir: eres demasiado sensible o lírica o vacía. Como si pudiera ser de otra manera. Como si siquiera se pudiera vivir sin agarrarte fuertemente a un clavo ardiendo que escuece, escuece y te marca, pero es adictivo. Yo ya encontré mi propia droga. Y mi droga me manipula y me funde contra sí, me encorseta y me acuchilla y me obliga a decir todo aquello que jamás pensé pensar, pero me gusta sólo porque no tiene nada que ver conmigo.Y a ver ahora, a quién le explico, que en realidad si que me gustan los domingos meláncolicos cuando tomo mi dosis o las noches que caen demasiado tarde, pues yo también ando siempre con retardo cuando se trata de rellenar huecos, anodinos y relevantes. Que verdaderamente sólo me transformo cuando mis objetivos se materializan y la ira brota de mí y la expulso y me expulso y quiero volver a vivir. De nuevo.
Yo sí que tengo sueños, sueños inalcanzables e ideales confinados. Con principios y finales. Y supongo que esto que desorbita mis ojos y enloquece mi sangre y me hace ser algo mejor no debe ser ordinario. Porque si así lo fuera, sublimaré a Kafka y a su metamorfosis por convertirme en esto, porque yo también soy a veces protagonista de esa historia, sólo a veces. Porque yo sí que tengo sueños, uno, para ser más exactos, aunque en ocasiones, pienso si sería más fácil que todo esto desapareciera, mi pasión, mi desvelo.
Es complicado no ser una más, no mejor, no peor, una más, opaca, sin abrirme al mundo ni revelar mis secretos más recónditos.
Y sí, creo que tienes razón. Acaso, ¿no están los sueños en peligro de extinción?

No hay comentarios:

Publicar un comentario