5.8.13

(Cataclismos)

Las rejas impuestas por tu cuerpo no coartarán
el pálpito del mío. Escalofríos en la noche colérica.
Luces se consumen en la línea profunda del firmamento.
El día pasado arrasa en tu recuerdo como gotas
de lluvia difuminando el óbito de
tu boca dentro de mi boca.
Melodías de un eco lejano me susurran
las certezas de saberme náufrago de ti,
como un querube anómalo en el cielo que abomina la muerte
y ralentiza el encuentro con la nada.

La inmortalidad es el desconocimiento de la vida.
Hallar el alma a la deriva,
la sinéresis del vientre cesará entre tus palabras
mientras los soles alumbran mis entrañas:
no anochecerá hasta que me asfixies.

No existe garganta que pueda gritar como la mía
que nuestro ayer desembocó para siempre
en el foso vacío de mi memoria
y el mañana ya discurre oculto entre los silencios
de tu piel nuda.
¿Debo beber del agua envenenada del tiempo
que escondes entre tus piernas,
en el suntuoso trazo de tus curvas?

Tu impasible desnudez en la partida abrirá
la puerta del desgarro. Avanzaremos
como cirios que se funden en un mismo fuego eterno.
La mórbida negrura nos hará polvo invisible.

La afonía del fin será morir entre tus sombras.  

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