29.9.12

Indignación.

A veces necesito escribir para relajarme, para canalizar toda la ira que tengo guardada y sintetizarla en palabras. Sólo así puedo liberarme. Y así es como comencé a escribir, en esa tarde lluviosa, la historia de los pueblos. Pero no de unos pueblos cualquiera. Sino de esos que no se rinden nunca pese a que crean que ya no hay nada por lo cual haya que seguir hacia adelante. Pese a que censuren día tras día sus lloros, su sufrimiento, sus ganas de cambiar hacia un futuro mejor. Y realmente, ¿no son esos pueblos los que siglo a siglo nos han hecho progresar, avanzar, seguir al pie del cañón pase lo que pase? ¿No es ese espíritu el que nos ha encaminado hacia la civilización "avanzada" de la que ahora todos presumimos, atribuyéndonos  méritos a diestro y siniestro? ¿No son las ganas de cambiar las que nos dan la posibilidad de hacerlo?

Hoy escribo porque me indigno. Las letras cada día tienen un matiz diferente dependiendo del rumbo que lleve mi vida, y hoy hacen resaltar en mayúsculas la palabra INDIGNACIÓN. Indignada por un pueblo que aún sigue demasiado dormido. Indignada por mirar hacia el pasado y ver justo ahí la salida de este callejón. Indignada porque creo que aún no hemos cambiado ni el laberinto. Y también, por haber tirado a la basura la lucha de tanta gente.
Desgraciadamente, cada vez me autoconvenzo más de la pasividad de esta generación. De la poca voluntad de crecer. Del pasotismo crónico que sufrimos todos. Nos queda tanto por aprender, tanto por valorar... Sólo parece quedar la opción de luchar y seguir adelante. Poco a poco nos daremos cuenta, no me queda duda. Tal vez nunca es demasiado tarde, para aprender de los errores.

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