15.2.15


Mantén tu fe en el amor

No en las amantes 
Mantén tu fe
Incluso si la tierra prometida
Es inabarcable como el océano



Aquella mañana estuvimos en la cama hasta el mediodía.

Había una luz extraña
como de paraíso desgranado
y formaba extrañas cenefas sobre la colcha.
Así es como nos habíamos conocido,
metafóricamente,
con una turbación kilométrica
arañando
y un deseo inmóvil quemándonos los párpados.

Aquella mañana yo necesitaba volver a casa
aunque tus manos me oprimieran y cegaran
aunque hubiera un terror en el tacto suave y silencioso
porque el amor me asustaba
con esa suerte de pánico que se experimenta solo
una vez cada cincuenta intentos
esa sensación espesa y primigenia del vínculo.

Dejé correr el tiempo
con el vientre
lleno de peces vivos
de forma accidental y violenta. 
Aquella mañana, digo, yo estaba despierta
y tú dormías con los ojos abiertos,
con el cabello largo aún húmedo y los pies descalzos
y por la rendija de la puerta se internaba
un olor a podredumbre y a vejez,
un olor sincero a destrucción.
No se percibía nada más
que nuestra derrota.

Llegamos a amar aquella imagen, 
a hacerla perdurar, a superponerla al resto
de recuerdos plasmados, los ya-dichos. 
Abandoné el hogar, corrí desnuda, 
llegué a otro hogar más silencioso y frío, 
más heroico. 

He decidido llamar recuerdo a esta tristeza vacía,
a este círculo negro. 

3 comentarios:

  1. Muy visual, casi que podía vivirlo (y sentirlo intensamente) mientras estaba leyendo.

    ¡Besos!

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  2. Muchas gracias, Isi. Siempre es un placer verte por aquí <3

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  3. Tu poesía despierta todos los sentidos, Rosa, me ha encantado.

    Un abrazo!

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