"El
sol, ya en lo alto del cielo, reverberaba vírgulas de fulgor sobre los muros pardos, las humeantes fábricas. La naturaleza es
algo simple. Fácil de comprender. Sin embargo, sus hijos, signada su
frente con una marca de pecado, constituyen una inalcanzable inmensidad de complicaciones, retóricas preguntas, resuellos de las olas,
arrastrados sin rumbo, a la deriva. Suspiro. Apenas alcanzamos a
vislumbrar qué somos y ya estamos obligados a preguntarnos por el
desenlace, la finalidad de toda una raza.
A
través de la ventana, el día se desmenuzaba en pequeñas migajas,
manantiales insaciables, a lo lejos los agudos vértices de los
edificios, la nature morte de l0s jardines, el sordo bisbiseo
de los transeúntes, sus pasos raudos, los abismos que se extienden
más allá de los suburbios donde otro mundo empieza, éste acaba.
Agnes
extendió la sábana sobre el mullido colchón de su lecho,
improvisado hogar durante los últimos tiempos, capaz de asilarla
tras la tormenta, enjugar sus lágrimas, descender a los recodos de
sus propios infiernos. Era sin duda el lugar en que su exaltación se
apaciguaba, diluvio medicinal, una catarsis. Tanteó en silencio los
pliegues del albo lienzo que cubría su cama y se dispuso a bruñir
su superficie, acariciando el algodón como la tersa piel de sus
muslos. Reflexionó sobre la posibilidad de pasar el resto de su vida
marchitándose entre esas cuatro arrítmicas paredes, devoradoras de
instantes, quimeras, como fantasmas del pasado difuminando los
límites de su propia conciencia. Estrechó de nuevo el rosario, pero
no sintió nada. Ni quietud, paz o nostalgia. Sólo el atroz miedo,
montaraz, de estar viviendo una existencia paralela, un cosmos
ilusorio, un espejismo.
De pronto, la ansiedad impregnó sus
engarrotados músculos, dejando cada milímetro de su cuerpo envuelto
entre espasmos infinitos.
Resplandecía
la lámpara en el techo, remachando los sentidos, diluyendo su
contorno, proyectando efímeras sombras que desaparecían tras algún
pestañeo certero. Las horas se convirtieron en un lapso desierto,
cuerpos invisibles, un abismo en la memoria. Negrura,
en el suelo, en la boca, en los nudillos. Lo siguiente fue la noche,
confundiendo su llanto de agonía con la locura de un náufrago en
mitad del océano."
(Este fragmento forma parte del relato largo que he comenzado a gestar).
Podría creerme protagonista de este (fragmento de) relato con una facilidad abrumadora. "Reflexionó sobre la posibilidad de pasar el resto de su vida marchitándose entre esas cuatro arrítmicas paredes, devoradoras de instantes, quimeras, como fantasmas del pasado difuminando los límites de su propia conciencia". Es tan similar a lo que yo siento que aterra.
ResponderEliminar<3
Siempre es bonito que alguien pueda llegar a identificarse con lo que escribo, aunque espero que la situación mejore y esta ansiedad quede relegada únicamente al folio.
EliminarUn beso enorme, Alba. Me gusta verte por aquí :)
Me dejas con muchas ganas de leer más de esto :-)
ResponderEliminarQuién sabe, un día de estos tal vez caiga algo... ;)
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